Todo lo que deberías saber acerca de la Memorización en la Apertura IV

APERTURAS

Reynold Rafael Fernández Mayola

8/2/20235 min read

Hola, seguidores de Hablemos de Ajedrez. La publicación de hoy termina la serie Todo lo que deberías saber acerca de la memorización en la Apertura. Si todavía no has leído los artículos anteriores, te aconsejo que los revises. Estoy seguro de que encontrarás algo de valor en cada uno de ellos. Hoy comenzaré remontándome a mi adolescencia, para compartir una anécdota personal, relacionada con un suceso, que sin proponérselo, sorprendentemente influyó en mi vida ajedrecística.

Hace unos cuantos años, durante mi paso por el servicio militar, en uno de esos breves descansos, luego de las comidas –específicamente después de la merienda de la mañana–, me encontraba jugando una partida de ajedrez con uno de mis compañeros. Existía una diferencia de nivel importante entre él y yo, algo que yo me imaginaba, pero todavía no había podido confirmar. No obstante, aquello no era relevante en lo absoluto. Yo solo quería jugar ajedrez. Como de costumbre, el ajedrez era mi refugio. Cuando salimos de la apertura, para mi sorpresa, la posición todavía era muy interesante. Pensé: ¡He encontrado el rival perfecto para “matar” los ratos libres! En ese momento vibrante, en el que mis ojos brillaban y las piezas volaban en mi cabeza –“debo calcular esta variante, y esta otra, si hago esta, él puede hacer esta…”– por motivos de mayor fuerza la partida fue suspendida. Yo llevaba mucho tiempo alejado de mi “vicio”, y no podía permitirme dejar todo inconcluso. Entonces, le dediqué unos segundos a memorizar la posición. Imaginé, que quizás podríamos retomar la partida durante el resto del día, pero no fue así. En la noche, antes de dormir, chequee si la posición permanecía en mi cabeza. Era posible, que al día siguiente pudiéramos continuar. Tampoco logramos reanudar la partida cancelada ese día, y nuevamente, en la noche, antes de dormir, traté de confirmar si la posición aún estaba clara en mi memoria. Al siguiente día, recuerdo que tuvimos un instante libre en la tarde y le comenté a mi compañero la posibilidad de seguir la misma partida. Él, por supuesto, me miró extrañado y me dijo: ¡vamos a empezar una nueva! No parecía muy convencido de que fuera posible continuar aquella partida. Me acerqué al tablero, tomé la fea bolsa de yogurt donde se encontraban las piezas y comencé a armar la posición. Al terminar, mi oponente parecía haber visto un truco de magia. Fruncía el ceño y echaba la cabeza hacia atrás y hacia delante para asegurarse de estar observando bien. Luego vino una expresión típica: “Asere, cómo pi… hiciste eso”. (“asere” es un cubanismo que significa amigo, hermano o socio. “Pi...” es una mala palabra para los cubanos). Nunca olvidaré su rostro de asombro. La voz se corrió rápido y el castigo por mi “increíble proeza” fue que cada vez que una partida era suspendida y para los jugadores había mucho en juego, corrían a buscarme con la intención de que la guardara, como si yo fuese un libro de notas. No obstante, obtuve una conclusión muy positiva de aquella vivencia. Entendí que sólo un repaso mental de vez en cuando a una posición, podía hacerme recordarla mucho mejor. Comencé a aplicar esto en mi entrenamiento. Cuando aprendía un tema estratégico y consideraba que era importante recordarlo, lo repetía en mi cabeza en diferentes momentos del día o la semana. Luego, años más tarde, leí en alguna parte, que la visualización era una técnica útil para favorecer la retención del recuerdo. Esto para mí, sólo era una confirmación de algo, que mi experiencia me había demostrado. La visualización es, además, una habilidad necesaria para el desarrollo del cálculo de variantes. Por tanto, en mi opinión, aplicarla de esta manera puede ser una técnica muy provechosa. Estaríamos ayudándonos a recordar mejor y entrenando nuestra habilidad para visualizar.

Otra técnica eficaz para contribuir a la permanencia del recuerdo es la exposición o explicación verbal de un contenido aprendido. Con ello se consigue la unidad del pensamiento y el lenguaje. La acción de exponer o enseñar, obliga a generar nexos lógicos dentro del contenido, lo cual ayuda a retener mejor el mismo. Si has enseñado ajedrez alguna vez, seguramente en más de una ocasión, has terminado recitando de memoria variantes que ni habías jugado. Incluso, has comprendido la razón, detrás de ideas y órdenes de jugadas de aperturas que ya conocías, pero que ni te habías cuestionado por qué funcionaban de esa manera. La necesidad de explicar algo correctamente, te obliga a aprenderlo correctamente.

Otro método que ha probado su utilidad para memorizar mejor los repertorios de apertura es la repetición espaciada. La repetición espaciada como técnica de aprendizaje, surge a raíz de que en 1885 Hermann Ebbinghaus realizó el hallazgo de la “curva del olvido”, que indica cuánto se mantiene un contenido en la memoria. Para recordar bien algo, necesitamos repasarlo periódicamente. La idea detrás de la repetición espaciada, es que, en lugar de repasar un contenido de manera deliberada, podemos hacerlo, cuando estemos próximos a olvidarlo, asegurándonos, completar la tarea exitosamente, con un esfuerzo mínimo. La cuestión es: ¿cómo determinar la frecuencia de los repasos? En la actualidad existen muchos programas que utilizan este concepto para organizar la periodicidad con la cual debes repasar la información aprendida. Los más conocidos son Duolingo, y en el caso del ajedrez, Chessable. –Aprovecho para recomendarles mi curso en Chessable Comprendiendo La Siciliana Kan–. Siguiendo con el tema, un recuerdo más fuerte de algo, indica que tardaremos más tiempo en olvidarlo. En la medida que éste se robustece, la frecuencia de los repasos puede distanciarse. En esencia, la mayoría de estos programas, determinan la periodicidad de los repasos en función de si el individuo puede reproducir o no el contenido correctamente.

Aunque suene raro, es casi más importante el repaso y el recuerdo que el estudio en sí mismo. Imagínate llegar a una partida y pensar: –ésta posición yo la estudié, pero no tengo ni idea de cómo debo continuar–. Seguramente la mayoría de ustedes no necesiten ni imaginárselo, solo basta recordar la última vez que les ocurrió. Nada más triste para alguien que ha invertido una gran cantidad de tiempo en estudio, que encontrarse, frente a frente, a la típica sensación de haber estudiado por gusto.

Como comenté al inicio, con este artículo doy por cerrada la serie acerca de la memorización en la apertura. Espero que la hayan disfrutado. ¡Les deseo una excelente semana!